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oo Fs asombro: grandes y maravillosas son, Seftor, vuestras obras. éQuién no og temerd, 6 rey de los siglos? 1 Ah! Es este rey el mismo que reside en la Eu- caristia: mas jdénde esté esta magestad? ;Dénde este esplendor? Todo se halla escondido bajo las apa- riencias del pan, habiendo hecho este rey piadoso como abdicacion de sus grandezas exteriores en fa- vor del hombre, para que no tema este acercarse & él. Por eso hablando de él un profeta decia 4 la hija de Sion: Aé aqui tu rey, viene manso para ti: * no voceard, ni serd oida de fuera su voz. s ;Quién no se asombra de esta dignacion? Pero, ;quién no se llena de un santo pavor al contemplar que la virtud de Dios se presenta como aniquilada por amor del hom- bre? Cuando este rey divino andaba entre los hom- bres, se veia siempre manso y pacifico: pero alguna vez con solo tomaren su mano unas cuerdas y ame- nazar con ellas 4 los profanadores del templo, arrojé de este 4 muchos miles, y en otra ocasion le basté decir yo soy, para que fuese aterrada una cohorte de soldados y una falange de ministros de justicia.« Considera pues lo que te acaeceria, si por no acer- carte con toda la pureza posible 4 la Eucaristia, es- te rey te dirigiese una mirada de indignacion, como tantas veces lo has merecido. ;Qué seria de ti? ;A dénde hubieras ido 4 parar? Nada hace tan recomendables 4 los reyes terre- nos como el verlos recibir 4 sus stibditos pobres y de humilde condicion con benignidad y suavidad: porque estos nose acercan 4 las gradas del trono sin que su corazon dé un vuelco de temor: mas el aspecto be- \ Apoc. cap. 15. v. 3. 4.—? Math. cap. 21, v. 5.—* Isai. cap. 42. v. 2.—4 Joan. cup. 2. v. 15. cap. 18. v. 6.
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