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oe sete y pobre recibiré en si 4.su Criador, Dios éptimo y mAximo, como este lo merece? Pero mira cudnta es la bondad de este Sefior, que no mide nuestra dig- nidad por nuestra pequeiiez natural, sino por las dis- posiciones del corazon: porque si huimos del pecado, si en todas las cosas buscamos su gloria, y procura- mos arder sin cesar en las llamas de su amor, 4 pe- sar de nuestra pequeiiez nos unimos con Dios, tenien- do él ladignacion de reunir dos extremos que distan infinitamente en un vinculo inefable de caridad: pues Dios es caridad, y quien permanece en caridad, per- ® manece en Dios y Dios en él: ‘ Considera pues, qué pureza tan angelical ha de tencr el corazon que se apresta 4 aposentar dentro de si al Santo, al inmenso, al infinito por esencia: cu4n adornada de todas las preseas de buenas obras ha de estar el alma que se une en intima amistad con él, y con qué reverencia y humildad le has de 3 abrir las puertas de tu corazon para que entre y lo ; ocupe todo entero. Pero contempla que aunque el mismo Sefior afirma que sus delicias son el estar con los hijos de los hombres, » tambien asegura que jamas cedera 4 nadie la gloria que es — de su natura- ~ leza: * por consiguiente no pondré su pié en el cora- zon, donde haya fdolos de vanidad, de lujuria, de soberbia y avaricia, pues no puede habitar el Dios € tinico y verdadero con los dioses falsos. ;Ah! Dios viene al pobrecito que tiembla ante la presencia de tanta magestad, « a humilde y contrito, y se estre- cha con él en tan —— union, que como olvidado de su propia grandeza, se sienta con él en la misma 1 1 Joan. cap. 4. v. 16.—* Prov. cap. 8. v. 31.—% Isai. cap. 48. v. 8.—* Isai. cap. 66. v. 2. a |
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