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oa @ as dijo, Se eee on 0 me ofrezco en sacrificio p r ellos, que ellos sean tambien santificados en verdad £ me por ellos y por cuantos han de creer en mi por su pala- bra, para que sean todos wna misma cosa; asi como ti, Padre, en mit y yo en ti, que tambien sean ellos una cosa en nosotros. & Conviene orar siempre: y siendo el objeto de la oracion conformar sus pensamientos y acciones con el querer de Dios, hemos de tener delante de nues- tra vista en todo tiempo 4 Jesucristo para orar con él y por medio de é1, lo que cumpliremos con exac- titud, si pedimos al Padre celestial lo mismo que pi- de su Hijo bien amado. Este no buseé en sus oracio- nes sino la gloria de su Padre, la honra de su nombre, la cion del mundo, y la paz entre el cielo y la tierra. Si nosotros pretendemos conseguir los frutos de la redencion, es preciso que tengamos siempre fija la mente en estas mismas cosas, glorifi- cando 4 Dios en nuestra vida, correspondiendo al amor de Jesucristo, cumpliendo los preceptos de su santa ley, y haciendo una estimacion altisima de su racia. ;Ah! La sangre de Jesucristo es aquella Sods abierta parala casa de David, y para los mo- radores de Jerusalen para lavar las manchas del pecado;+ pero, jqué dice el Sefior hablando de esta fuente? Todos los sedientos, dice, venid d las aguas: tinelinad vuestros oidos-y venid d mi.+ Al beber estas es preciso prestar atencion 4 lo que nos dice el Redentor para ejecutarlo. Contempla por tanto, alma cristiana, cudl es la 7 Joan. cap. 17. v. 11.—2 Ibid. v. 19.—4 Ibid. v. 21.— 4 Zacar. cap. 13. v. 1.—5 Tsai. cap. 55. v. 1. Cee te es iti dat alae
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