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—~, 4 j;Ah! Al pensar en estas grandezas del amor infi- nito de Jesucristo, no puedo menos de avergonzarme de mi ingratitud: seguramente en ep punto yo estuve en la mente y en el corazon de Jesus, y vié este cuantas veces lo habia de recibir en la sagrada refeccion que instituia, considerando uno por uno mis pensamientos, pesando todas mis palabras, y juzgando todas mis acciones: y por haber visto mis iquidades, mis malas disposiciones para recibirlo, a poco fruto que yo sacaria de tanta generosidad, se postré poco tiempo despues en el huerto, y tras- pasado de dolor, se angustié y lloré por mis culpas. O dulcisimo Redentor mio, si mis ingratitudes que visteis enténces, os causaron tanto dolor, yosé, Seiior, que debo 4 este mismo dolor que os afligid, las gra- cias que me habeis dado para arrepentirme de mis pies: Os prometo por tanto no pasar un solo dia sin considerar la llaga de amor con que esté herido vuestro corazon, para corresponderlo como debo, y vivir todo abrasado en el fuego de vuestra caridad infinita, no cesando ni por un instante de alabar por medio de vos mismo 4 vuestro eterno Padre por sus misericordias sin niimero. MAXIMA. Jesus lloré amargamente en el huerto y en la cruz pe los pecados agenos, porque con ellos robaban os hombres el honor 4 su Padre. ;Con cudnta mas razon debo yo llorar los mios, con los cuales he da- do 4 las criaturas mas honor que al Criador? »

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