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its A eta Iglesia pronuncian las palabras, que él pronuncié para ejecutar por primera vez ese prodigio de su in- finita caridad. Mas, considera la gran dignidad del pueblo cristiano, pues cada uno de los fieles puede unirse en espiritu al ministro del altisimo y aun al mismo sacerdote eterno, y rogar al Padre celestial que reciba esta sagrada oblacion para alcanzar re- mision de sus culpas, y para que por sus méritos in- finitos lo mire con ojos de misericordia. “ Pero ya que el Seiior quiere que todos los que han sido santificados con su sangre, sean una cosa en él, ' para unir nuestros corazones con el sumo sacerdote, hemos de procurar imitarlo en cuanto él practicé an- tes de ofrecer el sacrificio de la cruz: ;Ah! En los dias de su mortalidad con grande clamor, y con ldgri- mas, preces y ruegos ofrecié Jesucristo su sacrificio: * y en todo el tiempo de su vida no cesé de presen- tar 4 su Padre sus oraciones con instancia y humil- dad, teniendo leno su corazon de afectuosisima cari- dad hacia nosotros, y de acerbisima contricion por nuestras culpas: y se ocupaba en nuestra salyacion con tanta asiduidad, que p las noches en oracion, $ despues de haber empleado los dias en ensefiar y hacer bien 4 todos. Oraba especialmente este sacer- dote eterno, cuando iba 4 ejecut&r alguna accion ex- traordinaria, como lo hizo al elegir 4 sus apdstoles, * y antes de ofrecer el sacrificio de su vida; * y lo ha- cia para ensefiarnos 4 nosotros, como hemos de pre- arr nuestras almas antes de emprender alguna obra e piedad. Y ;qué mayor obra que unirse en espiri- tu 4 Jesucristo en el momento en que con la oblacion 1 Joan. cap. 17. v. 21.4 Heb. cap, 5. v. 7-8 Luc. cap. 6.v. 12. —4 Luc. cap. 6. v. 12.—5 Joan. cap. 17. ss"
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