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at Oe. para que todos fuesen santificados: ' porque todos los ue habian de creer por el ministerio de la palabra e la santa Iglesia, estuvieron presentes en el cora- zon y en la mente de Jesucristo y rogé por ellos. * Considera por lo mismo, qué disposiciones llevas al santo templo cuando vas 4 asistir al tremendo sacri- ficio del altar, y mucho mas cuando te dispones 4 re- cibir la sagrada Eucaristia. ;Ah! ;Qué humildad tan profunda se requiere para unirse en espiritu al que se anonadé tomando forma de sieryo para morir por nuestro amor! ;Qué pureza de corazon para levantar al cielo sus deseos junto con el santo de los santos, ue siendo la santidad infinita, aparecié ante su Pa- e cargado con todas nuestras iniquidades, para bor- rarlas y layarlas con su sangre! O dulce Jesus mio, concededme la gracia, sin la cual nada puedo y con ella os prometo no separar mi pensamiento de vos, y con- templaros siempre presente para no ofenderos jams. PUNTO SEGUNDO. Cuando los sacerdotes de la nueva ley ofrecen el sacrificio del altar y consagran el cuerpo y la sangre de Jesucristo, representan en la oblacion y consa- gracion 4 este sacerdote eterno, pues aunque son los ministros del sacrificio, la santificacion de las cosas sensibles y su transustanciacion no son obras P wind necientes 4 la fuerza humana, sino 4 la virtud divina. El mismo Jesucristo que en la tiltima cena convirtié la sustancia del pan y del vino en su cuerpo y sangre, es quien por su infinita virtud continta haciendo este portento, cada vez que los sacerdotes de su santa 2 Joan. cap. 17. ¥. 19.—4 Ibi. v. 20. 3
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