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- — 325 — Considera por tanto cudn horrible es la injuria que se hace 4 Jesucristo, cuando uno se sienta 4 su mesa no siendo puro y casto: seria esto querer alternar, participando ahora del dulcisimo convite de Dios, y tomando parte despues en la mesa de los demonios: seria querer aunar la pureza y la hermosura infinitas con una fealdad que tiene una malicia infinita. ;Ah! jno te mueres de espanto de solo pensarlo? Echa una mirada en los efectos que Jesucristo pro- duce en las almas que lo reciben dignamente, para que te inflames en el amor de la pureza: él es quien inspira y fomenta los pensamientos puros, quien ex- tingue las llamas de la concupiscencia, da continen— cia, engendra castidad, y conserva la virginidad en las almas, que se la prometen, y le piden el don de la perseverancia, haciendo 4 todas estas almas, puras, castas, continentes, incorruptibles é inmortales. ;Oh, qué amor demuestra Jesucristo 4 aquellas almas que se conservan puras y castas, viviendo en medio de una generacion corrompida y podrida en la-plaga del lujo, de la disolucion y de la voluptuosidad! Cada vez que lo reciben dentro de si, Jesucristo las dirige su palabra amorosa, y las dice: né toques cosa alguna inmunda, y yo os recibiré. 1 Procura ti por tanto ser una de estas almas dichosas, y responde al Seijior di- ciéndole con humildad: 6 suavisimo Jesus, yo sé que la castidad es un don del cielo, y que no podré con- servarme en pureza, si vos no me asistis con vuestra gracia: daidmela pues, 6 Sejior, para huir de toda ocasion de pecado, yn6 me abandoneis, pues estan- do 4 vuestro lado, seré salvo. 128 Cor. cap. 6. vs: 17 y 18. - '
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