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ne ee eae Sih ent Stic ake ee ea — 318 — morir por él mil veces, antes que ofenderle, ni leve- mente, una sola. PUNTO SEGUNDO. Asi como el lefio de la cruz, donde moria Jesu- cristo, era una cétedra en que nos ensejiaba este maestro celestial, asi tambien en la Eucaristia se nos presenta el mismo Jesucristo como victima que impe- tra del Padre indulgencia y remision para los peca- dores, y como maestro que ensejia 4 todos la manse- dumbre y humildad: porque es siempre aquél, que en los dias de su mortalidad, ofreciendo con grande ela- mor y con légrimas, preces y ruegos, fué vido por su reverencia; | y es el mismo, que amaba con una ca- ridad infinita 4 quellos mismos que lo crucificaban, y rogaba por ellos 4 su Padre, detente & este que os perdonase, porque no sabian lo que hacian, + confirmando de este modo piblica y solemnemente el precepto que labia impuesto 4 sus discipulos, cuando les dijo: amad d vuestros enemigos, haced bien d los que os aborrecen: y rogad por los que 08 persiguen y calumnian. 8 ~ Biendo por tanto uno mismo el que murié en la cruz por nuestro amor, y por nuestro amor tam- bien se quedé en ja Euearistia, esté haciendo hoy dia, aunque de un modo diferente, lo mismo que hacia cuando padecia en el madero: porque entén- ces Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo consigo: 4 mas, ahora que vive y reina glorioso en el cielo, est& alli y en la Eucaristia, rogando 1 Hebr. cap. 5. v. 7.—? Luc. cap. 23. v. 34.—4 Math. cap. 5. v. 44.—4 2. Cor cap. 5. v. 19.

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