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— 314 — que le formaran templos de marmoles exquisitos, y altares de piedras preciosas, y darles érden para que estuvieran visiblemente con espada en mano, velando porque no se faltase al decoro de su casa: mas deja al cuidado amoroso del hombre lo que pudiera haber ‘ cometido 4 los que son sus ministros. Considera por lo tanto qué caudales de rd puede allegar el hombre: porque si un vaso de agua fria dado en nom- bre de Cristo 4 cualquiera de sus discipulos no ha de quedar sin recompensa, ! ;qué abundancia de teso- ros, qué ganancias tan copiosas no reservaré Jesu- cristo para quien se dedica 4 prepararle una morada digna de su grandeza, y consagra sus bienes 4 labrar 1. habitesion del rey de los cielos? jO bondad incom- % rensible, en la cual Dios se constituye deudor del cee Tocabse! ,N6 han de desear tener esta dicha los én- w geles? iNG la han de envidiar los serafines? Sin embargo, no bastan los ojos de todas las cria- turas sensibles, para llorar la dureza de los corazo- nes humanos, tan ingratos para con Dios, y tan crue- les hdcia si mismos: porque no satisfacen su vanidad los palacios mas suntuosos, lenos de muebles exqui- sitos, y de regalos y comodidades para sus personas, ni se mira 4 que corran rios de oro para procurarse todo esto: y cuando se trata del decoro de la casa de Dios, las riquezas se convierten en un idolo, que no es licito tocar. ;Ah! ;Con cudnta razon dijo la sabi- duria infalible, que era muy dificil, que los ricos en- trasen en el reino de los cielos! No seas ti de este naimero, alma cristiana, antes procura estar dispues- ; ta 4 desprenderte de lo que posees, para consagrarlo a 4 Mare. cap. 9. v. 40.
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