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— ea ingratitudes, mand6 4 sus siervos que matasen un ternero cebado, y trajesen la ropa mas rica, y le pu- siesen el anillo en su mano, y el calzado en sus piés, para dar inmediatamente un convite 4 su hijo, y ale- grarse todos por su regreso al hogar paterno. ;Ah! jquién sino Jesucristo envia 4 los pecadores la gra- cia que los excita y mueve, = que vengan al ban- quete de su cuerpo y sangre? Si estos se levantan del cieno de sus vicios, al punto ordena el Seiior 4 sus ministros, que den 4 aquellos el vestido de la recon— ciliacion, el anillo de la alianza nueva, y el calzado de la preparacion de la paz, y los sienten & su mesa. jAh, cu4n plenamente ha de quedar justificado el Seiior el dia del juicio! Los medios para alcanzar la vida eterna, no solo abundan, sino que estén paten— tes 4 todos: mas no basta esto para salvarse, siendo preciso que cada uno vayaal Sefior tan pronto como oye su voz, y siga lo que ¢l ha prescrito. Desde la Eucaristia esté Jesucristo diciendo & todos con Isaias: lavaos, purificaos: cesad de obrar perversamente: apren- ded & hacer bien: si quisiercis, y me oyereis, comereis los bienes de la tierra. 1 Pero ;cudn pocos son los que oyen esta voz amorosa de Jesucristo, imitando al pré- digo en su arrepentimiento, ya que lo han seguido en sus estravios! ‘Gudn pocos son los que quieren humi- llarse & los preceptos de Jesucristo! O alma cristiana, si te has de sentar con provecho 4 la sagrada mesa, es preciso que te agregues al ntimero de aquellos, de los cuales hablé Jesus cuando dijo, que hacia la pas- cua con sus disctpulos; * pues no habia en estos mas que humildad y sumision. Los soberbios que despre- 1 Cap. 1. vs. 16 y 19.—* Math. cap. 26. v. 18.
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