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—_ ae tambien pueden convertirse para nosotros en ocasion de mayor condenacion, y de una ruina mas lamenta- ble para nuestras almas. Porque la accion mas me- ritoria que podemos ejecutar en este mundo, es la de unirnos con Dios en la Eucaristia, valiendo mas una comunion hecha dignamente, que muchos dias de austeridades y penitencias: pero si en lugar de apro- vecharnos de esta bondad del Salvador, empleamos el tiempo, que él nos da para nuestra santificacion, en las vanidades del siglo, 6 nos acercamos 4 Dios sin las disposiciones conyenientes, esta misma digna- cion divina seré. un motivo mayor para nuestra Tr bacion. Por eso el principe de los apéstoles exhorta 4 todos 4 aprovecharse de esta bondad, diciéndoles que tengan por salud la larga paciencia del Seiior: 1 ue estando Jesucristo en medio de nosotros, no hay un solo momento, en el cual no podamos hallar misericordia y gracia, si nos acercamos 4 él, y se la pedimos con corazon contrito y humillado. Bien claramente nos ensefié el mismo esta verdad en la parabola del hijo prédigo, pues si en este esta- mos retratados nosotros, en el amor, con que fué re- cibido por sa padre, se retraté Jesucristo 4 si mis- mo. “Alejado aquel de la casa paterna y halléndose ‘thambriento, sintié en su corazon un deseo vivo de “comer el pan que en aquella se daba 4 los trabaja- “dores, y este deseo lo hizo levantarse de la miseria “en que yacia, ¢ y volver 4su Padre. Lo vid este venir, aun cuando estaba lejos, y se movid d miseri- cordia: y corriendo d él, le eché los brazos al cuello y le besé: = y apenas este hijo ya contrito confesdé sus 1 2. Pet. cap. 8. v. 15.— 3 Div. Aug. serm. 138. de temp. — 3 Lne. cap. 15. ¥. 20. :
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