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am OO. enemigos de Jesucristo era una prueba evidente de que era él precisamente el que los pecadoros espera- ban, para ser salvos: porque si Jesucristo los recibe con benignidad, mientras que se han visto antes des- echados de todos, es ya indudable que ha bajado del cielo para todos la misericordia divina, pues todos pe- caron, y tienen necesidad de la gloria de Dios. 1 Grande fué la benignidad de Jesucristo en aceptar los convites que le hacian los pecadores; pero, jqué nombre le daremos & la que él mostré, Hamando 4 estos 4 su mesa, y daéndose él mismo en manjar y en bebida cuando instituy6 la Eucaristia? Qué hemos de decir de esta bondad de Jesucristo, el cual bajé del cielo para librarnos de la muerte del pecado y nos dié la vida, y nos obligé 4 senturnos con él 4 su me- sa, y comer su cuerpo y beber su sangre, si queria- mos conservarla? Jamas la sabiduria carnal, que so- lo gusta las cosas mundanas, podr&é comprender la bondad de Jesucristo, pues repite siempre con los es- itus contumaces, que es duro el razonamiento de esus, no obstante que no hay en éI sino suavidad: y que no es tolerable el oir sus preceptos, * 4 pesar de ser todos suaves y ligeros. Pero, diga lo que quiera la ciencia inflada de la carne, que es enemiga de Dios: Jesus repite siempre lleno de bondad, y dice & todos, que’si no comieren su carne y bebieren su sangre, no tendran vida dentro de si mismos. 3 jO bondad verdaderamente propia de solo un Dios! Por grandes y abrasadoras que sean las llamas “de caridad, en que el corazon del hombre esté encendi- do, nunea podra ejercitarla con profusion ilimitable, 1 Rom. cap. 3. y. 23.— Joan. cap. 6. v. 61.—4 Ibid. v. 64.

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