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coeinns ES ete vefais, que seria yo el mas ingrato de todos 4 vuestro amor, y sin embargo quisisteis quedaros en el mundo para que me salvase. ;Ah! Dia y noche no cesaré de agradeceros tanta bondad: mi corazon y mi cuerpo se alegrarfn en vos, y diré siempre con jibilo, que os habeis dignado mirarme con piedad, y todos mis huesos dirdn: Seftor, gquién hay semejante d Vos? | PUNTO SEGUNDO. Son tantos y tan admirables los portentos que tie- nen lugar, cuando el ministro de Jesucristo consa- gra el pan y el vino, que no bastan todos los 4nge- les juntos para explicarlos; porque al pronunciar aquel las palabras de la consagracion, se renueva mistica- mente el sacrificio de la cruz, que es el gran prodi- gio del amor y del poder divino: y asi como enton- ces se separé realmente la sangre del cuerpo de Cristo, y este se hizo victima de salud por el mundo, asi ahora se separa misticamente, convirtiéndose el pan en el cuerpo, y el vino en la sangre, y'estando aquel en la hostia, y esta en el cfliz, y ofreciéndo- se por consiguiente cada dia el Hijo de Dios en sa- crificio de salvacion para los hombres. Mas al mismo tiempo, como Jesucristo, habiendo resucitado de entre los muertos, ya no muere, nila muerte se ensefRorea mds de él, » aunque por la virtud de las palabras del sacerdote el pan se convierte en el cuerpo, y el vino en la sangre separadamente, para que se wales . misticamente el sacrificio de la cruz, no se dividen ni separan en realidad, pues el cuerpo y el alma se 1 Psalm. 34. v. 10.—* Rom. cap. 6. v. 9.

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