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eI alee veces como Dios trataba con ellos, y juzgd4ndose siempre indignos de tanta dignacion, se postraban en tierra, y se humillaban ante el acatamiento divi- no, repuatdndose e polvo y ceniza.' ;Con cudnta mayor razon nos hemos de postrar nosotros ante el Sefior mostrandole un 4nimo sumiso y un corazon humilde, cuando con los ojos de la fe lo vemos bajar del cielo 4 la Eucaristia, y venir 4 nuestro pecho? En qué llamas de amor ha de estar inflamado quien ysee en la tierra el bien sumo, cuya vista y posesion eas felices para siempre 4 los bienaventurados en el cielo? O Jesus mio, yo no puedo comprender cémo es tan poca mi fe y piedad cuando es tan grande vues- tra dignacion: siempre he sido frio en amaros, y aun he vivido léjos de vuestro amor. Dignéos, Sefior, ayudarme, é inflamad mi corazon en los ardores de vuestra infinita caridad. PUNTO SEGUNDO. Siendo Jesucristo la fuente y el origen de todas las gracias, al recibirlo en la sagrada Hacetietie, re- cibimos tambien todas estas gracias, pues viene 4 nuestro pecho con sus dos naturalezas divina y hu- mana para ejecutar en nuestro provecho las mismas obras de virvad y poder, que practicaba cuando vivia entre los hombres en carne mortal. Recorria entén- cos las ciudades, villas y aldeas, para sacar 4 los pecadores de sus vicios, y arrancar las almas del po- der de Satands: curaba 4 los enfermos, limpiaba 4 los leprosos, resucitaba4 los muertos, pues pasé haciendo bien é todos;* mas ahora esté en la Euca- 1 Genes. cap. 18. v. 27.—? Act. cap. 10. v. 38.

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