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a nido para con nosotros. Pero si se deja yer asombro- sa la misericordia divina hécia el hombre jquién po- dré comprender la, felicidad que nos resulta al re~ cibir este Sacramento? No puede darse en la tierra union mas_estrecha con la divinidad que la que resulta entre Jesucristo y quien lo recibe, pues no dista este enténces mas que un grado de los moradores del cielo; porque tan presente est&é Jesucristo 4 nosotros como lo esta pa- ra ellos, viéndolo nosotros con los ojos dela fe y adordndolo encubierto bajo los accidentes de pan, y ozindolo los bienaventurados en el cielo por medio 5 la vision beatifica ;O bondad de Dios! ;O dicha de los hombres! Despues que Jacob luché con un Angel, creyendo que se las tenia con un hombre, fué tanto el asombro que tuvo al saber que su adver- sario era un morador del cielo, que representaba por aquellos momentos al mismo Dios, que con lagrimas y sollozos le suplicé que le bendijese; 1 y leno de estupor exclam6 diciendo: vi al Senor cara d cara, y mi alma ha sido salva. ? Pero jqué tiene que ver la dicha de Jacob y de los otros justos del testamen- to antiguo con la del pueblo cristiano, 4 quien no le falta mas que un =e para llegar 4 ser tan feliz en la tierra como lo son los santos en el cielo? Pero comparemos nuestra fe y piedad con la de aquellos justos, que en todas sus acciones confesaban que no tenian ciudad permanente en la tierra,* y solo anhelaban por la posesion de otra venidera en la cual tenian puesto todo el afecto de su corazon. Era por medio de suefios 6 visiones mentales las mas 1 Osea. cap. 12. v. 4.—* Gen. cap. 32. v. 30.—3 Hebr. cap. Ll. v. 14. . 2

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