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pm ee PUNTO SEGUNDO. Grande fué la calamidad, en = quedé envuelto el linage humano por el pecado del primer hombre, ues no hubo un solo vastago del gran Arbol de la Pathasidad que en virtud de una ley general no quedase inficionado con la culpa y no viniese 4 ser hijo de la ira, hijo de venganza, hijo de pena. De ahi es, que aquellos varones santos que vivian en el testamento antiguo, no cesaban de ofrecer al Sefior sacrificios y ofrendas para que tuviese misericordia de ellos y los mirase con piedad. ;Qué lagrimas der- ramaban! ;Qué suspiros exhalaban! ;Con qué efusion del corazon rogaban 4 Dios que los mostrase su ros- tro para ser salvos, y les ensefiase su salud! Todo esto hacian estos justos, porque sabian que 4 pesar de sus oblaciones quebaba siempre en pié la iniqui- dad, y que esta no seria cancelada hasta que no apa- reciese aquel que firmaria paz y amistad entre Dios y los hombres, habtondo ballade una redencion eterna. | — : ; Considera por tanto cuan grande es el precio del sacrificio que ofrece al eterno Padre nuestro Seiior Jesucristo, pues apagd enteramente el fuego de la indignacion divina que los hombres habian mereci- do por el pecado, y les did en las riquezas de su gracia mucho mas de lo que habian perdido por la envidia del enemigo: porque cuando crecié el pecado, sobreabundé la gracia, * despues que Jesucristo ofrecié su sacrificio y con wna sola ofrenda hizo per- ' Hebr. cap. 9. v. 12.— * Rom. cap. 5. y. 20.

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