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ee Sal IX. fior y alabarlo por ellas. Y qué mayor dicha puede resentérsenos en este mundo? Sean otros por su esdichay la de la humanidad del gremio los apéstatas y blasfemos. ;Desgraciados! ; Desventurados de ellos que tienen por padre y cabeza 4 Satanés en sus impiedades, y si no se convierten, lo tendrén de socio y de verdugo en sus suplicios eternos! Nosotros al recibir 4 Jesucristo debemos orar por ellos, para ue los convierta antes que legue la hora de su con- enacion eterna, manteniéndonos entre tanto asidos 4 la Ancora de la fe que profesamos en el seno de la Iglesia Catélica, conservando la esperanza de la glo- ria de los hijos de Dios, y creciendo cada dia en el amor de Jesucristo, hasta que lleguemos al dia eter- no en que lo veamos en el cielo.

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