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Es muy iusensato y temerario el que aguarda á hacer su testamento en una ocasion lan funes. ta, pudiéndolo haber hecho en vida y salud. Há- galo asi el que trata de su propia santificacion. Este consejo en importantísimo y evita muchos yerros, de grande trascendencia. La hora de morir no es hora de ocuparse en negocios temporales, sino de olvidar el mun- do y abrazarse con su Dios. ¿Cuántos testamen- los se estan haciendo todos los dias atropella- damente por aguardar á la última hora? ¿Cuán- tos moribundos en los últimos momentos sin poder ya casi hablar, estan pensando ev la vaca, en el becerro, y con :estas jaculatorias del mundo pa- san al tribunal severo de Dios? ¿Cuántas injus- ticias suelen cometerse entouces que les acar- rean su eterna coudenacion. Hágase pues el testamento lo mas pronto que se pueda con toda madurez. Consúltense las di- ficultades que ocurran, no con la pasion del in= teres, sino con Dios, con el confesor ó algun o- tro letrado temeroso del Señor. No se den oi- dos á las frivolas razones que alegan algunos pa- ra no hacer su testamenlo.en salud. Estos no se souerdan de aquella sentencia de Jesucristo: «en la hora en que menos penseis vendrá el
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