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Mic que este verdadero hijó de David libertó su rebaño de las monstruosas fieras de la culpa, y del Demonio: y ella el arco iris que hizo aparecer su Masestad en señal de que ya cesaba el rigor de los pasados cas- “Igos, de que firmaba las paces con los pe- cadores, y de que en adelante los trataria ya con misericordia. Esta le trajo al mun- do, esta le hizo abrazarse con aquella cruz, y esta le obligó á empeñar su gran poder á favor de los mortales. ¡Oh Jesus miv!- ¡que suaye, que dulce, que amable sois para to- dos! Verdaderamente vuestra misericordia so- brepujan á la severidad de vuestra justicia, y á todas vuestras obras. PUNTO II. Considera esta grande misericordia de nues- tro buen Jesus, con los pecadores, y el gra- do altísimo á que legó cuando tomó para su remedio aquel pesadisimo leño con que abrumaron sus espaldas. Fueron los peca- dores mientras vivió Jesucristo el objeto de
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