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q —83— poseia: elódio de Dios al impío y á su im- piedad: el desagrado con que miraba sus sacrificios, y el no encontrarse uno solo que fuese capaz de aplacar su ira, ni de tem- piar su indignacion. Todo esto y mucho mas que: por la fé sabemos hacia ver tan árdua la obra de nuestra redencion, que solo pu- do superarla la forialeza de espíritu de un hombre de Dios, á cuyo gran poder todo se rinde, y á cuya voluntad está todo sujeto. Fué la cruz el instrumento señalado para esto de la divina sabiduría, y la que eli- £ió voluntariamente el amabilísimo Salva- dor. para perfeccionar esta, que es la ma- yor de todas sus obras, y. en que se deja vér la fortaleza suma del que se abrazó con ella. De esta cardinal virtud, que como uno de sus soberanos dones comunicó el Espí- ritu santo á la humanidad santísima del Verbo, es propio 'el padecer constantemen- te todos los males que para. la consecucion de “un bien árduo y dificil se juzgan nece- ¡ A Ea Pm A
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