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Bo cl a o TS Mevó su Magestad aquella pesada cruz pa- ra consumar con ella nuestra necesaria re- dencion. Haste cargo de lo árduo de esta empresa en los grandes imposibles que en ella se presentaban, y en los ingentes ma- les que precisamente habia de padecer pa- ra su logro. Aquel terrible decreto dado por la divina justiciascontra nosotros, por el cual estábamos déstinados á un perpétuo destier- ro de su gloria: aquella deuda para cuyo pago eran insuficientes los méritos de todas las criaturas; ángeles y hombres del peca do, para cuya destruccion no eran bastan- tes otras fuerzas que las de una divina Om- nipotencia. La voluntad de los hombres in- clinada y propensa siempre á la culpa: la vehemencia de sus pasiones y la fuerza con que eran dominados de sus apetitos: los nin- gunos arbitrios que en ellos residian para su precisa justificacion: el deplorable esta- de de su naturaleza, despojada de los bie- nes sobrenaturales de la gracia, y herida de muerte en los que antes naturalmente

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