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A 8 comun indignacion; y se cargó dela mal- dicion que al pecador y á su culpa le cor- respondia. La flaqueza de su lastimado cuer- po, con la debilidad y pasibilidad de sus miembros que manifestó llevando aquel pe- sado madero son indicios de su portento- sa humildad, y fueron armas con que su- peró todo el poder, arrogancia y fortaleza del principe de los soberbios Lebiatham, has- ta postrarlo á -sus pies, y obligarlo á que lo reconociese, lo adorase y lo publicase por Dios, Salvador y Redentor del universo. La humildad de Jesucristo lo ligo para que no pudiese por sí dañar mas á los morta- les, y lo desterró á los desiertos del su- perior Egipto de los eternos calabozos del abismo; y consu cruz lo dejó tan venci- do, que sola su vista le espanta, su virtud Jo desarma y su memoria le atormenta. ¡Oh poder grande de la cruz de Cristo! ¡Oh fuer- za inmensa desu humildad contra la fuer- za poder y valentía de Lucifer y su sober- bia! Felices aquellos que saben armarse cón
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