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q con los que fueron á¿ prenderle, se introdu- jo entre sayones que despedazaron sus dei- ficadas carnes. con los azotes, y estuvo en el corazon y en las manos de los verdugos que le coronarou de espinas, le pusieron la pe- sada cruz, y le crucificaron en ella. Fué el tiempo en que padeció nuestro amabíli- simo Salvador la hora en que se dió per- miso á los pecadores, yá los principes de las tinieblas para que arrojasen sabre él to- do el ímpetu de su ira, y toda.la fuerza de su indignación, con el fin de que viésemos los hombres la gravedad del pecado, lo cos- toso de su remedio, y lo feo de nuestra abo- minable ingratitud. ¡Ah! ¿quién así habia de pensarlo? Pero no, alma, no te admires de lo que, estás oyendo; admírate sí, y lléna- te de asombro al saber que la temeridad de Lucifer subió hasta el grado inaudito de pre- tender por aquel medio. que- cayese Jesu- cristo en algun pecado, -como lo habia an- tes solicitado por otro rumbo en el desier- lo, y que segun dicen los padres S. Afa-

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