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ez —33— tenia. sobre las almas. Para este fin de des- truir las obras de Satanás vino al mundo su divino resplandor, para esto se vistió de la semejanza de la carne del pecado, y tomó aquella misma humana naturaleza, en que fué por él vencido. el primer hombre. Era Lucifer aquel fuerte armado, cuyo poder; como dijo Job, no conoce. igual so- bre la. tierra, el cual custodiando arrogan- te el atrio de su infernal casa, que es el mundo, poseia el tenebroso reino del abis- mo, donde lloran las almas su eterna repro- bacion, sin contradiccion alguna: era aquel dragon formidable, que arrojando de su pes- tilente boca las inmundas aguas del error y del pecado, pretendia sofocar en ellas la mas selecta porcion de los justos: y era aquel temible gigante que con el furor de su im- placable ódio se atreyia contra los santos, les hacia contínua guerra, y atemorizaba á las tropas y escuadrones del Señor de los Ejércitos. Pero vino nuestro Señor Jesucris- lo, que como mas poderoso debilitó sus fuer=

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