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-- qe 2 cendencia. Ni fué solo para el hombre el rigor de este decreto, tambien fueron en él comprendidos alguna vez aquellos vivien- tes materiales, que para su regaloy ser- vicio, dispuso la benignidad de su criador. La muerte pues estimulada por una parte de la culpa, y autorizada. por otra con el decreto irrevocable del Señor, ha inundado toda la tierra con un diluvio de sangre, mucho mayor que el de fuego con que fueron abrasada£ las Ciudades nefandas, y el de agua en que fué ahegado todo el mun- do, sin que ni el santo como Lot sea pre- servado, ni el justo como Noé fuese esclui- do, ni el inocente como Jub esceptuado. Miró Dios desde el cielo este horroroso estrago, movióle á compasion nuestra mi- seria, y llevado de aquellos amorosos sen- timientos que en los dias de Noé cuando el diluvio, envió á su Unigénito para que con su cruz redimiese de la muerte á los que vivian entre sus sombras; y les die- se una vida inmortal, mas estimable que
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