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Me EN el Espíritu Santo, esto es, inmortal en cuanto al alma, y tambien en cuanto al cuerpo: no hizo á la muerte, porque no es capaz de complacerse en la perdicion de los que viven, ni deleitarse en la destruccion de las hechuras de sus manos; pero la diabólica envidia, que derribó al hombre en el pe- cado, introdujo en el universo á la muer- te su contraria, y además de quitarle al alma Con aquel su espiritual vida, que es la gracia, dejó tambien al cuerpo precisa- do á padecer el fatal golpe de esta, como un necesario efecto de aquella perversa cau- sa. Dios mismo, que tan liberal anduvo en la creacion de Adan para enriquecerlo con sus celestiales dones, hermosearlo con” su semejanza y ennoblecerlo con su filiacion, y con el derecho de su herencia felicitarlo, le amenazó no obstante con la muerte si pecase; y viéndolo despues caido en el pe- cado, le intimó el cumplimiento inevitable de esta sentencia, y la estableció como ley universal, é inalterable para toda su des-

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