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a tencia. Pero no estimando como debiera es- tos honores, los perdió todos por su culpa, y quedó semejante á los brutos; digno por ello de ser comparado con el mas estólido jumen- to. El pecado que hizo apóstatas á los ángeles malos en el cielo, hizo tambien rebelde al hombre en el Paraiso contra su mismo Hace- dor: se apoderó de él hasta hacerlo su vil es- clavo, y obligarle á que con todos sus senti- dos, potencias y facultades le sirviese. Este con su tirano imperio, que estendió á toda la descendencia de Adan en la tierra, y á una gran porciou de los espíritus angélicos del cielo, puso sobre todos ellos el yugo insopor- table de infinitos males. El hizo que con este cayese desplomada la tercera parte de aque- llas celestiales inteligencias, y que transfor- madas en feísimos demonios, fuesen sumer- gidas en lo mas profundo del infierno: él introdujo la muerte en el mundo, y con ella un sin número de miserias, castigos y desas— tres, que como carga pesadísima llevamos necesariamente los hijos de Adan desde el dia

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