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E PUNTO IL. Considera esta gran victoria que consi- guió del. mundo nuestro Señor Jesucristo en crédito de su gran poder, como un efec- to de su obediencia al Eterno Padre en lle- var sobre sus espaltlas la pesadísima cruz en que fué despues crucificado. Estaba es- crito en el eterno y sellado libro de los divinos decretos, que el humanado Verbo, así cumpliese puntualmente toda la ley, que llenase perfectamente la divina voluntad; y lMegándose la plenitud de aquel sagrado tiempo en que habia de completarse esta obediencia con la voluntaria aceptacion de una mnerle ignominiosa, estendió obedien- te y amoroso sus omnipotentes manos, pa- ra recibir de las de su Eterno Padre aquel hasta entonces vituperable madero, mucho mejor que Isaac la leña que le entrega Abraban para su intentado sacrificio. Ha. bia ya consumado la grande obra que le fué por él encomendada: habia sido por

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