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—123:— oprobios de los que á su Padre imprope- raban y ofendian. Él le hizo aparecer el último y mas despreciado de los hombres, un varon de dolores, cargado de nuestras enfermedades, herido de la mano de Dios, y humillado hasta el estremo de quedar tan destigurado, que no parecia el que antes era, ni en lo esterior de su figura pudió= ramos conocer que él era el mas hermoso y agraciado entre los hijos de los hembres. Y él le hizo humillarse infinito mas de lo que con su soberbia se habian los pecado- res engreido, para subsanar de esta suerte tan crecidos males. En efecto, aquella cruz con que se abatió el humanado Verbo has- ta ser el blanco de la comun contradiccion sufrir todo el rigor de la divina justi- cia, nos evidencia cuanto sentia sus ofen- sas, y cuanto hacia porque fuese honrado, servido y glorificado delos que hasta en- lónces le habian menospreciado con sus cul- pas, y aun de los que despues hubiesen de ofenderle. -Ya el ser infinito de Dios, que
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