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—120— ño, que aquel Señor, que por esencia es justo, á quien toda iniquidad naturalmen- te se le opone; y que necesariamente le repugna y la aborrece, aplicase su omni- potencia, su subiduría, y todo el rigor de su justicia para castigarla, No es este ri- gor imaginable, ni es posible á las voces reducirlo. Las horribles plagas con que azo- tó á los de Egipto fueron impulso de un solo dedo de su mano: los formidables ca - tigos con que se vieron afligidos los Azo- cios y Azcaronitas, les obligó ú decir, que era dura y en estremo pesadísima la mano del Señor, y la fuerza con que son de- primidos en su orgullo los soberbios. es efecto del fuerte golpe de su brazo omni- potente. Esto es poco. Todos los males que han padecido los hombres en el mundo, con cuantos hasta su fin habrán de pade- cer los venideros: estos mismos muliiplica- dos tanlas veces cuanto es el número de todos ellos; y cuantos por toda la eterni- dad padecerán los infelices condenados, no
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