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—111— so con su divino acuerdo que el Cirineo, á nombre de todos, le ayudase á llevarsu peso hasta el calvario. ¡Oh misterios vene- rables! Desde enlónces pues se persuadieron que la cruz de los trabajos les era del todo ne- cesaria, y que sin ella no podian seguirá su Redentor, ni entrar en su bienaventuran- za: se les quitó el horror al padecer; y co- nocieron que solo en él se halla la per- manente alegria, y se consigue por él la verdadera felicidad. Se aficionaron en tan- to. grado á cuanto es tribulación y penali- dad en las enfermedades y en todo género de adversidad, «que parece no aciertan á yi- vir sin ella. Ya la desean, la piden, y aun la buscan con: mayor ansia que un codi= closo los tesoros de la tierra: ya la pre- ficren á la misma vida, y no quieren es- ta si aquella ha de faltarles: y ya se com- placen tanto en ella, que fuera de la tri bulacion no encuentran en que gloriarse; ó de qué poder complacerse. El ejemplo. de

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