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. —104— para su consuelo y remedio. A la verdad ellos, desde que se cerraron las puertas del cielo y se les privó á todos el conocer la senda que guiaba al árbol de la vida, an- daban como obejuelas errantes buscando á su pastor para que les diese los pastos de la salud y los condujese á las fuentes del agua de la vida: ellos carecian de aquella soberana ciencia que solo podia enseñarles el que les habia prometido venir como maes- tro y doctor para enseñarla á su pueblo; y ellos se miraban tan lejos de Dios que su trato le era á muy pocos concedido, la noticia de muchos de sus misterios no á lo- dos se comunicaba, y aun á sus profetas y amigos solia solo manifestarse en sombras, enigmas y figuras. La ley con que los go“ bernaba era tan -dura, tan pesada y tan rigorosa, que no dudó decir san Pedro, que asi ellos como sus padres casi no habian podido soportarla: los medios para su jus- tificacion raros, difíciles y penosos; y sus sacrificios, sus hostias y holocaustos de tan

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