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95 y cuanto se esforzaba el uno en perderle, tanto se esmeraba el otro en salvarle. Saúl echó en cara á Jonatás la tierna amistad que le unía con David. « ¿Qué mal ha hecho, dijo Jonatás, para que se le aborrezca y se procure su muerte ? » Estas palabras oscurecieron de ira los ojos de Saúl, que, desoyendo la voz de la naturaleza, enristró furioso la lanza para atravesar á su hijo. Apesadumbrado Jonatás por la afrenta recibida de su padre, y compadecido de la suerte de David, salió muy enojado del palacio, y aconsejó á su amigo que no volviese ya á poner sus pies en él, porque peligraba su vida. 67. Generosidad de David. David salió definitivamente del palacio, y se retiró al desierto de Zif, huyendo de la persecución de Saúl, que al frente de tres mil hombres escogidos vino á acampar en el collado de Haquila, resuelto á acabar de una vez con la vida del inocente fugitivo. Cuando, llegada la noche, se pusieron Saúl y sus sol- dados á descansar, David, acompañado de Abisaí, fué aproximándose silenciosamente á la tienda don- de dormía el rey. Ya estaba junto á él, sin haberlo notado nadie, cuando dijo Abisaí: « Hoy ha puesto el Señor en tus manos á tu feroz enemigo; voy á co- serle tan bien en tierra de una lanzada, que no habré menester de repetir el golpe. » «No permita Dios, respondió David, que yo ose quitar la vida á su un- gido; contentémonos con arrebatar su lanza y ese botijo de agua que está á su lado, y marchémonos. Cuando David se creyó seguro, gritó desde lo alto del cerro : «¡Abner, Abner ! qué descuidado eres en tu oficio, y cómo se conoce que te importa poco la vida de tr rey ! :Por ventura no acaban de entrar asesinos en su tienda, sin advertirlo vosotros ? Sois en verdad reos de muerte por vuestra negligencia:

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