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$ S) la causa de la descomunal fuerza de su adversario. Sansón no la había descubierto á nadie; pero impor- tunado por los incesantes ruegos de una mujer, lla- mada Dádila, manifestóle por fin que, como consa- grado á Dios desde el vientre de su madre, nunca ha- bía pasado la navaja por su cabeza, y que, si le cor- taban sus largos cabellos, luego perdería su asom- brosa fuerza. ¡Desgraciado ! La pérfida mujer apro- vechó un momento en que estaba profundamente dormido, para cortarle las guedejas de su espesa ca- bellera, y saliendo de la estancia, corrió en busca de los filisteos. Careciendo Sansón de su primera forta- leza, fácilmente pudieron sujetarle: sacáronle los ojos, y condujéronle, cargado de grillos, á Gaza, donde fué condenado á dar movimiento á la rueda de un molino. Poco tiempo después cerca de tres mil filisteos reuníanse en el templo de Dagón, con objeto de ce- lebrar en su honor una fiesta solemne. Llevaron con sigo al infeliz Sansón para que la multitud pudiera divertirse á costa suya, y colocáronle entre las dos columnas más principales del édificio ; el desgraciado ciego había ya recobrado parte de sus fuerzas, y llamando en su auxilio al Señor, abrazóse fuertemente á las columnas, hízolas bambolear y derribólas con gran estrépito, arrastrando tras de sí al edificio, y pereciendo aplastados bajo sus ruinas Sansón y lostres mil filisteos. 61. Rut la moabita. Durante la época de los Jueces, Elimelec y su esposa Noemi, por escapar del hambre que afligía á Israel, se trasladaron al país de Moab en unión de sus dos hijos. Estos se casaron con Orfa y Rut, don- cellas moabitas. Transcurrido algún tiempo, murieron Elimelec y sus dos hijos, dejando en el mayor des- 'onsuelo, así á la madre como á las viudas de ambos A Et y me > A ns 1 A As al di E P ¡ y e

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