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cabecillas con sus tiendas y con cuanto poseían; mas los otros doscientos cincuenta amotinados fue- ron abrasados por fuego bajado del cielo. El pueblo quedó consternado á la vista de ese espantoso castigo, si bien muy pronto lo olvidó ; pues al siguiente día tornó á sublevarse contra Moisés y Aarón, acusándoles de ser ellos los fautores de seme- jante desastre. Y como tomase cuerpo la sedición, y el tumulto creciese, los dos hermanos se refugiaron en el Ta- bernáculo de la Alianza. En el mismo instante un in- cendio horroroso consumía los campamentos de Is- rael, y hubieran perecido todos abrasados por las llamas, si Aarón, interponiéndose, á instancias del pueblo, entre los vivos 'y los muertos, no hubiera ofre- cido incienso, para aplacar la cólera divina. En este incendio murieron 14.700 personas. 51. La vara de Aarón florida. Dios confirmó con un nuevo prodigio la elección de Aarón á la dignidad del Sumo Sacerdocio. « Haz que te entreguen una vara por cada tribu, dijo á Moi- sés, y escribiendo el nombre de cada príncipe sobre su vara respectiva, las pondrás en el Tabernáculo de Alianza delante del Arca del Testimonio ; el nombre de Aarón estará sobrela vara dela tribu de Leví. La vara de mi elegido florecerá. » Al día siguiente, mientras las varas de los otros príncipes permanecían secas, la de Aarón apareció fresca, floreció y fructificó. 52. Roca de Cades. Cuarenta años habían ya transcurrido desde que los hijos de Jacob salieron de Egipto, y observó Moisés que una nueva generación había sucedido á la de aquellos murmuradores á quienes el Señor les privó del gozo de entrar en posesión de la tierra pro- A A e a

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