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A A Pm o ca > e A tenida en estos pensamientos, se acercó María á pre» guntarla dulcemente : « ¿Quiere la princesa que bus- que una nodriza hebrea para criar al niño ?» « Sí, hija mía, búscala al instante, » contestó ella. María corrió gozosa á su casa, y llamó á su madre. La prince- sa encargó á ésta que criara esmeradamente al niño, y cuando estuvo crecidito, le adoptó por hijo, ponién- dole por nombre Moisés, que quiere decir, salvado del agua. 35. El rey quiere matarle. A pesar del lujo y comodidades que rodeaban á Moisés en el palacio de Faraón, sentía honda pena por los malos tratos que á diario recibían sus paisanos, cuya triste situación de buena gana hubiera enmen- dado, si de él hubiese dependide. Cierto día, vió á un egipcio maltratando á un hebreo; Moisés miró á su alrededor, y creyendo que nadie le observaba, se arrojó sobre el egipcio, lo mató de una estocada, y ocultó su cadáver en la arena. Al día siguiente re- prendió á un israelita que reñía con su vecino, pero molestado aquel por su intervención, le dijo: «¿Quién te ha constituído nuestro juez? ¿Pretendeshacer con- migo lo que hiciste ayer con el egipcio ? » Al oirlo, llenóse Moisés de temor, porque pensó ser descubier- to. En efecto, estaba ya de ello enterado Faraón, y le buscaba por todas partes para hacerle morir; y para poner á salvo su vida, huyó Moisés á Madián. 36. El Señor se aparece á Moisés. Mientras se hallaba Moisés apacentando en el mente Horeb el rebaño de su suegro, el sacerdote Jetró, vió que una zarza ardía sin consumirse. Ansioso de contemplar de cerca tan gran maravilla, 'aproxi- mábase Moisés, cuando una voz que de en medio de la zarza salía, le detuvo: « Moisés, Moisés, no te VALS Eran AA DECODERAOARN ATARI PLE

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