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tia MEA .. O Para probar su paciencia y poner de manifiesto! la solidez de su virtud, Dios permitió á Satanás mo-f lestarle á su placer, á condición de conservarle la vida,f Así pues, Satanás puso en juego sus malas artes y sufi Y + asombrosa sabiduría para atormentar al siervo de Dios. Llegóse cierto día á Job uno de sus criados, * MEAR llevándole esta nueva desagradable: «Señor, lossh sabeos acaban de invadir tus tierras, pasando á cu-f chillo tus criados, y llevándose tus bueyes y tus as- E nos. » Aún estaba hablando, cuando llegaron otros E dos para decirle : «Los caldeos, formados en tres cua- drillas, han robado tus camellos, y un incendio ho-4 rroroso ha abrasado á ovejas y pastores yy reducido * á ceniza la alquería. » Luego de 'spués, vino un cuarto $ mensajero diciendo : « Cuando tus hijos se hallab: E alegremente reunidos en casa de tu primogénito, un * huracán impetuoso derribó el edificio, y entre susf ruinas han quedado aplastados. » Job rasgó su manto $ al enterarse de tanta desgracia ; pero lejos de mur-! murar de Dios ó atribuirle despropósito alguno, ado- ró, postrado en tierra, sus santas disposiciones, dicien- do : «El Señor me lo dió, el Señor me lo quitó ; sea! siempre bendito su santo nombre. » Permitió Dios á Satanás afligir á Job hasta en su misma carne, llenando su cuerpo de úlceras tan asquerosas, que nadie podía acercársele sin grande asco y repugnancia. Sufriendo recios dolores y vién- dose abandonado de las gentes, se recostó en un mu- ladar, donde con un casco de teja se limpiaba la po- dre que manaba de su cuerpo. En medio de tan acer- bos sufrimientos Job alababa á Dios, sin murmurar * jamás de su santísima providencia. Muy otro era el * proceder de su mujer, quien, mofándose de su marido, le decía : « ¿Todavía permaneces en tu estúpida sim- plicidad ? Eso es; bendice á Dios y muérete. » Job respondió : « Has hablado como una mujer necia; si * a a io ¿is TAR PIN A SAA OF
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