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moribundo cruzó de intento las manos y puso la de- recha sobre el hijo menor, y la izquierda sobre el mayor; lo cual como advirtiese José, atribuyéndolo á inadvertencia de su padre, trató de enmendarlo; pe- ro.el anciano rehusó, diciendo: « Bien sé, hijo mío, lo que me hago. Manasés será ciertamente padre de mu- chos pueblos; pero la descendencia de Efraín será más numerosa. Después reunió en torno suyo á todos sus hijos, dióles su bendición uno por uno y anuncióles lo que á cada cual sucedería. Predijo el glorioso destino de la descendencia de Judá en estos términos: « ¡Oh Judá ! Tus hermanos te alabarán, tu mano dominará á tus enemigos, y adorarte han los hijos de tu padre. El cetro no saldrá de Judá hasta que venga el que ha de venir, esperanza de las naciones. Jacob murió á la edad de 147 años. Su cadáver, luego de embalsamado, fué conducido con pompa inusitada á Canaán, y le dieron sepultura en la cueva doble, donde descansaban los restos de sus mayores. José, á su vez, dijo á sus hermanos antes de morir : « Después de mi muerte, Dios os sacará de Egipto y os llevará á la tierra prometida á nuestros padres Abraham, Isaac y Jacob; juradme que habéis de llevar con vosotros mis huesos. » Se lo juraron. Murió José á la edad de 110 años. 32. El paciente Job. En el país de Hus, en Idumea, vivía por este tiempo un célebre varón llamado Job, sencillo y te- meroso de Dios. Tenía siete hijos y tres hijas, y poseía 7.000 ovejas, 3.000 camellos, 500 yuntas de bueyes, 500 asnos y muchísimos criados. Era costum- bre entre sus hijos obsequiarse mutuamente con ban- quetes y festines en determinados días. y al cabo de la fiesta, Job ofrecía al Señor holocaustos por ellos. 4 y Ho E E Ñ A ' > q

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