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47 Este dinero los tenía tan preocupados, que su primer cuidado, en llegando á Egipto, fué disculparse ante el mayordomo, quien aseguróles para su tran- quilidad, haberlo ya cobrado debidamente y á su tiempo. Después les presentó libre á Simeón y les citó para el banquete á que su señor les convidaba. A la hora del convite, ofrecieron á José sus pre- sentes con grandes muestras de respeto, y José, con- testando afablemente á sus saludos, les preguntó: Vuestro padre, ese anciano de quien me habéis ha- blado, ¿vive aún y está bueno ?» Y acercándose á Benjamín, añadió : « ¿Es éste vuestro hermano me- nor ? Dios tenga misericordia de ti, hijo mío. » Aca- bando de decirlo, retiróse á toda prisa, porque se li conmovieron las entrañas á la vista de su hermanito, y entrando en su gabinete, prorrumpió en llanto. Luego de serenarse, volvió donde ellos estaban, y les convidó á comer en su compañía ; y aunque por or- den suya sirvieron á Benjamín una cantidad cinco veces mayor que á los demás hermanos, todos comie- ron y bebieron alegremente. 28. La copa de plata de José. Después de la comida, José llamó aparte á su mayordomo y le dijo : « Hinche de trigo los costales de esos hebreos, y pon el dinero de cada uno en la boca de su costal ; pero en la del más joven, junto con el dinero, pondrás además mi copa de plata. » Así lo hizo. A la mañana siguiente, los once hermanos salieron para su casa llenos de satisfacción Y gozo Estaban aún á corta distancia de la ciudad. cuando vieron venir hacia ellos con mucha prisa'al mencio- nado mayordomo, reconviniéndoles de esta ma- nera : « ¿Cómo habéis vuelto mal por bien, robando la copa de plata de mi amo ? Os habtis conducido in- dignamente. » «No somos capaces, le respondieron,

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