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José, en presencia de sus hermanos, fingía muy grande enojo y les hablaba ásperamente; pero ha- llándose á solas en su habitación, derramaba lágri- mas de ternura. Quedóse Simeón en rehenes hasta que trajesen á Benjamín, y cuando se volvían ya á Canaán con los costales bien repletos de trigo, ordenó José á su mayordomo que, con mucho disimulo, pu- siera en la boca de los costales el dinero recibido en pago. Así que hubieron llegado á su casa, refirieron á Jacob con honda tristeza la prisión de Simeón, la dureza del gobernador de Egipto y su raro capricho por ver á Benjamín; y cuando, al abrir los sacos, en- contró cada uno su dinero, atado á la boca del costal, quedaron asombrados y como aniquilados de temor, o ci AS a RA 27. Benjamín va también á Egipto. El hambre aumentaba en Canaán, y los víveres comprados en Egipto iban consumiéndose por ins- tantes en la familia de Jacob. Ante una situación tan apurada, Judá se atrevió á decir á su padre: «El hambre nos acosa, padre mío, y es menester, para conjurarla, volver á Egipto á comprar lo nece- sario para alimentarnos. Permítenos llevar con nos- otros á Benjamín, porque el gobernador de aquel país nos ha vedado la vuelta si no ha de ser en su compañía. » «¡Ay de mí! exclamó Jacob; José ha muerto, Simeón está cautivo ¿ y queréis aún arreba- tarme á Benjamín ? » «Si no te le devuelvo, prosiguió Judá, me resignaré á que no me lo perdones jamás. » Convino por fin Jacob en separarse de su hijo, y man- dóles que llevasen al gobernador egipcio, como pre- sentes, los mejores productos de Canaán : bálsamo, ' miel, aromas, lágrimas de mirra y terebinto; que* tomasen para la compra de trigo doble cantidad de dinero que en el primer viaje, y devolviesen además * el hallado inesperadamente en los sacos. ARENA PLE DIR IRA AER RIBERA ERA A fro slo Pa ua e de+

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