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O PEPA qe : z E — 37 vo de la tierra, y en ti serán benditas todas las gene- raciones. » Al despertar, exclamó Jacob despavorido : «¡Cuán terrible es este lugar ! Verdaderamente es la casa de Dios y la puerta del cielo. » Tomando después la piedra en que había apoyado su cabeza, la erigió en monumento de la visión, derramando aceite so- bre ella. Desde entonces se conoce aquel sitio con el nombre de Betel, esto es, casa de Dios. 20. Jacob en casa de Raquel. Tan pronto como Jacob llegó á la ciudad de Ha- vám, preguntó por Labán, su tío, á unos vecinos que encontró allí con sus rebaños. « Cabalmente viene ahora hacia aquí su hija Raquel, » respondieron les pastores. En efecto, Raquel conducía en aquel mo- mento el rebaño de su padre á abrevar en el mismo pozo, cabe el que Jacob estaba descansando. Jacob separó la losa que cubría el pozo; y mientras las ove- jas de Raquel bebían de su agua, declaróle cómo era hijo de Rebeca, hermana del padre de Raquel, y, pe- netrado de alegría y de ternura, comenzó á llorar eo- piesamente. Labán le recibió en su casa con grandes muestras de cariño, y transcurrido algún tiempo, preguntó á Jacob qué salario demandaba por quedarse á servir en su casa. Como Jacob amaba ya tiernamente á Raquel, ofreció á Labán servirle siete años si se la entregaba en matrimonio. Quedó Labán en ello; pero pasados los siete años convenidos, exigió otros siete años más de servicios antes de entregársela. Muy indigno fué por cierto el proceder de Labán, pero Jacob convino en ello, y le sirvió otros siete años por el amor que profesaba á Raquel. Después de estos catorce años, Jacob permaneció seis años más sirviendo á Labán, quien se portó tan avaramente con su sobrino, que le cambió muchas
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