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% » e a cena ' E - - 0 AS . w FS - «3 Ed A E A Ts — 325 ción civil del clero, manifiestamente cismática, por la que se suprimían en Francia:muchos obispados, se reducía el número de las parroquias y se introducían inadmisibles reformas en la elección de los obispos y de los párrocos con manifiesto quebranto de las leyes eclesiásticas. La mayor parte de los sacerdotes y de los obispos rehusaron jurar esa constitución. De los obispos, solamente cuatro ordinarios y un titu- lar prestaron juramento á la mencionada Constitu- ción ; pero de lo3 presbíteros, no fueron desgraciada mente pocos los que se adhirieron á tan cismático decreto. Los obispos y los sacerdotes fieles á su con- ciencia y á la Iglesia romana, fueron perseguidos cruelmente por los revolucionarios; de modo que para escapar con vida de sus instintos sanguinarios, ó tuvieron que ocultarse en las cavernas, ó huir á España, Italia y otros puntos. Sus empleos y digni- dades fueron ocupados por otros indignísimos sacer- dotes, y el malvado obispo Talleyrand no tuvo em- pacho en consagrar nuevos obispos en sustitución de los fugitivos. La revolución siguió su obra destructora. Du- rante el gobierno de la Convención nacional, en los días del régimen del Terror y en los tiempos del Directorio, la nación francesa pasó por la situación más angustio- sa que registra la historia de la humanidad. Procla- móse la república ; el bondadoso Luis XVI, á pesar de su manifiesta inocencia. fué condenado á muerte por 387 votos contra 378, y ejecutado, finalmente, el día 21 de enero de 1793. La misma desgraciada suerte cupo á su esposa María Antonieta y á Isabel, hermana del rey. Los sacerdotes y religiosos que no quisieron comprometer su conciencia obedeciendo á los caprichos de aquellos blasfemos, fueron bárbara- mente atropellados y asesinados. El culto del ver- dadero Dios, autor de todas las cosas visibles é invi-
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