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o E ee La revolución francesa. Luis XVI, rey de Francia, con objeto de poner remedio á los males que amenazaban al país, y evitar la bancarrota de la nación, reunió en 5 de mayo de 1789 los estados generales, formados por los tres órde- nes del reino : la nobleza, el clero y el estado llano. Los diputados de que se componía el estado llano, aficionados en su mayor parte á las teorías de Voltaire y de Rousseau, abrigaban en sus pechos gran caudal de odio contra el clero y los nobles; entre los miem- bros de la nobleza se contaban también no pocos imbuídos en las perniciosas ideas del filosofismo; y aun algunos sacerdotes y obispos se hallaban por desgracia contaminados por los principios janse- nistas, y eran amigos de novedades. El estado llano puso gran empeño en atraer á su partido á los miembros de los otros dos órdenes; y cuando logró que muchos diputados de la nobleza y del clero se pasaran á su bando, los del estado llano celebraron el día 17 de junio una sesión revoluciona- ria, proclamándose Asamblea nacional y supremo poder del estado, é invitando al clero y á la nobleza á adherirse á ellos para continuar las sesiones. Cinco días después engrosaron sus filas 149 miembros del clero, la mayor parte de ellos con la esperanza de cal- mar los ímpetus revolucionarios de los asambleístas. Las defecciones, así del campo de los eclesiásticos co- mo del de los nobles, fueron repitiéndose los días si- guientes ; por lo que Luis XVI ordenó á los represen- tantes de la nobleza y del clero que todavía le per- manecían fieles, que se unieran «al estado llano. Así lo hicieron el 27 de junio. Desde ese momento la re- volución comenzó su persecución franca y tenaz con- tra todo lo divino y humano establecido. El año 1790 fué sancionada la llamada Constitu- : 4 E

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