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— 319 — tivo gran detrimento. Los campesinos en la defensa de sus reivindicaciones arrasaron más de 1.000 casti llos y conventos ; y uniéndose luego con los anabap- tistas, partidarios de la comunidad de bienes, dié- ronse á cometer tales fechorías, que los príncipes y los nobles se vieron en la necesidad de poner á salvo sus vidas y sus haciendas dando muerte á más de 100.000 campesinos y anabaptistas. Desavenencias religiosas fuergn asimismo las causas principales que motivaron la tan prolongada guerra de los treinta añós, si bien no puede negarse que fueron también en parte responsables de haberla suscitado las ambicio- nes de los pueblos y las envidias de los príncipes. La funesta reforma fué difundida por Suiza y por Francia merced principalmente á los trabajos de Juan Calvino, hombre de carácter frío, seco é in- exorable, que negó la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, y prohibió el culto externo. Aunque muy amigo de sublevarse contra la autoridad ecle- siástica, no podía sufrir que alguien se opusiera á su criterio, y exigía de sus discípulos la más ciega obe- diencia á sus disposiciones. Este cruel tirano de Ginebra hizo quemar vivo al médico español Miguel Servet, por haber sostenido una opinión contraria á la suya sobre el misterio de la Santísima Trinidad, y condenó á otros muchos al destierro y á la pena capi- tal por no estar conformes con sus doctrinas. Francia experimentó muy pronto los funestos efectos de la discordia religiosa encendida en su pecho por el protestantismo. Sus hijos se ocuparon largo tiempo en la innoble tarea de despedazarse mutuamente, y los dos bandos llamados de los Gúisas y de los Bor- bones, católicos y protestantes respectivamente, cu- brieron de luto muchos hogares, suscitaron en la patria no pocas contiendas y provocaron hasta ocho guerras. En Inglaterra tuvo entrada franca la reforma
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