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— 318— tos encomendados á las llamas. Pero Federico de Sajonia, ocultando al. heresiarca en su castillo de Wartburgo, impidió el cumplimiento de esta sen- tencia. Los partidarios de la nueva reforma no estuvie- ron ociosos ; amotinaron á las masas, excitáronlas á destruir los conventos y las iglesias, tratando con mucha crueldad á los que se oponían á sus desmanes, derribaron las imágenes, sustituyeron la misa por una cena celebrada en lengua vulgar, incitaron á los príncipes á apoderarse de los bienes de la Iglesia, los sacerdotes adictos á la reforma quebrantaron el celi- bato eclesiástico, y los religiosos y las monjas infa- tuados por los errores de Lutero abrazaron el matri- monio. En la dieta de Spira celebrada en 1529, se ordenó que los luteranos no introdujeran su reforma en los estados en que todavía no era conocida ;.catorce ciu- dades y muchos príncipes, adictos á las ideas del heresiarca, protestaron de esta determinación, y desde entonces dióse el nombre de protestantes á los miembros que abrazaron la reforma. El año 1532 apremiado Carlos V por las invasiones de los turcos en Austria y en Hungría, cedió á los deseos de la Li- ga de Smalkalda, y otorgó la libertad de conciencia en sus estados hasta la celebración de un concilio general. 34. Frutos del Protestantismo. Los frutos que dió el protestantismo, no pudieron ser más amargos, así para el orden religioso como para el político. Basada la reforma en el libre examen indi- vidual, y relajado el principio de toda autoridad, la religión y la sociedad se encontraron igualmente amenazadas por un mismo peligro. Los asuntos po- líticos de los estados alemanes sufrieron por este mo-

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