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á la sociedad cristiana, que la reforma general, desea- da y buscada por Roma con tantas ansias, se hizo poco menos que imposible. Estaba, pues, próximo á estallar una gran revo- lución, ya que arreglo verdadero y estable, á pesar de desearse tanto, no se hallaba en las facultades hu manas; y, en efecto, bastó la rebeldía de un descarado fraile apóstata para levantar en la Iglesia una de las revoluciones más imponentes que ha conocido la Historia. La pólvofa estaba almacenada ; Lutero tan sólo arrojó la chispa ; y resultó, como rio podía me nos, la terrible conflagración. 32. Lutero. Martín Lutero nació en Eisleben, ciudad de Sa- jonia, el año 1483. Hizo sus estudios con mucho aprovechamiento, primero en Magdeburgo y en Eise- nach, y luego en la Universidad de Erfurt. Atemo- rizado de ver á su compañero muerto por un rayo á su lado, abrazó la vida religiosa en el convento de agustinos de Erfurt. No habiendo abrazado esta per- fecta vida por la inclinación que hacia ella sintiese, sino atormentado por la idea de que no podría sal- varse en el mundo, no halló en el claustro la paz del alma que con tanto afán buscaba. Con el tiempo logró una cátedra en la Universidad de Witemberg, fun- dada recientemente por Federico de Sajonia. En 1517 habiendo el papa León X concedido algunas indulgencias á los que, contritos y confesados de sus culpas, contribuyesen con limosnas para la terminación de la Basílica de S. Pedro y para la santa cruzada contra los turcos, el arzobispo de Maguncia, como delegado por el Sumo Pontífice para promulgarlas en Alemania, encargó á los dominicos la predicación de las mismas en el territorio de su jurisdicción ; mas por esta preferencia los dominicos

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