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principalmente desde que Constantino concedió la pazá la Iglesia, fueron muy frecuentes y numerosas las peregrinaciones de los fieles á Tierra Santa, para ve- nerar los lugares donde Nuestro Salvador nació y murió. Pero desde el año 637 en que Tierra Santa cayó en poder de los mahometanos, las peregrinaciones disminuyeron, debido á las exigencias gravosas y con frecuencia humillantes impuestas por los infieles á los cristianos. Las dificultades aumentaron desde el año 970, imperanda allá los fatimitas ; y aun mucho más desde el año 1073, en que los turcos seldjúcidas, dueños ya de la Palestina, profanaron los Santos Lugares después de maltratar bárbaramente á los cristianos. El relato de las tropelías cometidas por los tureos contra los cristianos, y el abandono en que se halla- ban los Santos Lugares, apenaban grandemente á los fieles de Occidente, y ya se suscitó en Europa la idea de una peregrinación, ó expedición, militar no sola- mente para visitar los Santos Lugares, mas también con objeto de rescatarlos del poder de los infieles. Tan laudable proyecto tenía su origen en la viva fe y gran sentido religioso de los fieles de aquellos tiem- pos, en los cuales se consideraban como excelente motivo de penitencia por los pecados cometidos las fatigas y trabajos de tan penosa expedición. Es ver- dad que muchos tomaron parte en la noble empresa, descontentos de la suerte que en su patria se prome- tían, y ganosos de aventuras ó movidos por la espe- ranza de ricas granjerías ; pero á la mayoría de los cruzados llevaron á Tierra Santa motivos religiosos. Ocho cruzadas se emprendieron contra los usur- padores de los Santos Lugares. En la primera, verifi- cada el año 1096, los fieles conquistaron el principado de Edesa, Antioquía y Jerusalén, cuyo primer rey fué Godofredo de Bouillón.

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