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— 310 — haya servido de la religión para sus empresas guerre- ras con tan gran entusiasmo como los muslimes. El islamismo fué en sus principios una religión nacional, pero después tomó un carácter universal, siendo en extremo funesto para el cristianismo. Aún no contaba un siglo de existencia desde la muerte de su fundador, y ya estaban sujetos á su dominio Siria, Palestina, Persia, Egipto, Norte de África y España; y no sabemos lo que hubiera sido de Europa, si Carlos Martel no le hubiera cortado el paso en su marcha victoriosa cerca de Tours. Sin embargo, estimulados los secuaces de Mahoma por su desmedido afán de conquistas y por sus inmoderadas ansias de introdu- cir á todo trance su religión en los pueblos que aún no la habían abrazado, continuaron amenazando á los países cristianos, apoderáronse de Sicilia y de otros puntos del Mediterráneo, hiciéronse dueños de los mares y, aprovechándose de las discordias que di- vidían á los fieles de Oriente, fueron arrebatando una tras otra sus provincias al imperio bizantino, hasta que el año 1453 lograron por fin entrar triunfantes en Constantinopla. Por donde se ve palpablemente que el islamismo fué el azote enviado por Dios para castigar la degeneración y rebeldía del Estado é Iglesia bizantinos. Muchos males causó, en verdad, el islamismo en los estados gobernados por las leyes cristianas, pero no se puede menos de reconocer que hizo algún bien en los pueblos de Asia y de África, obligándoles á sustituir su repugnante idolatría por el culto de un solo Dios; y aun dió algún impulso á las ciencias y á las artes en la época de su apogeo, si bien duró muy poco tiempo este beneficio. 30. Las Cruzadas. Desde los primeros tiempos del cristianismo, y
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