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27. Miguel Cerulario. El año 1043 Miguel Cerulario, hombre de caráce- ter turbulento y de ambición desmedida, tomaba po- sesión de la silla patriarcal de Constantinopla. El cisma provocado en otro tiempo por Focio, se man- tuvo como adormecido desde la muerte de su autor hasta que lo resucitó Miguel Cerulario ; y fué su obra tan funesta para los fieles de Oriente, que todavía permanecen muchos de ellos apartados de la obe- diencia debida al sucesor de Pedro y Vicario de Cristo en la tierra. El orgulloso obispo no solamente se arrogó el título de Patriarca Ecuménico, y contra todo derecho ejerció autoridad sobre las iglesias de Ale- jandría y Antioquía, sino empleó, además, cuantos medios estuvieron á su alcance por separar á toda la iglesia griega de la comunión de los latinos. Acusaba á los occidentales de no cantar Alleluya en cuaresma, de ayunar en los sábados, consagrar con pan ácimo y añadir al Símbolo la palabra Filio- que; y bajo pretexto de haber con esto alterado no- tablemente la disciplina eclesiástica, ordenó cerrar las iglesias que los latinos poseían en Constantinopla, y arrojó de sus monasterios á los monjes del rito latino. El papa León IX en una carta remitida á Miguel Cerulario, quejóse amargamente de la osadía del patriarca, invocó la autoridad de la silla apostólica y expúsole los males que podrían sobrevenir del cisma que fomentaba. Más tarde envió sus legados para arreglar pacíficamente las querellas que contra los latinos pudiesen presentar los griegos; y aunque el emperador recibió á los enviados del Papa con de- mostraciones de afecto y de veneración, el patriarca se negó á verlos. Persuadidos, pues, los legados pon- tificios de la obstinación de Miguel Cerulario, depo-

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