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— 305 — á su dignidad á causa de su mucha vejez, y de haber él sido elegido, bien á pesar suyo, para sucederle. Sos- pechando el Papa con razón de la buena fe de Focio, y receloso de la exactitud de su relación, envió sus legados á Constantinopla á informarse del asunto. Los legados cumplieron muy mal su cometido, de- jándose vencer de las amenazas y de los regalos. El Papa censuró la conducta de sus legados; y en el sínodo reunid » en Foma el año 8 3, repuso á gna io en la silla patriarcal, y privó á Focio de todo honor y empleo sacerdotal. Focio no hizo ningún caso de las órdenes ponti- ficias, escudado en el favor de Bardas y del empera- dor ; pero con la muerte del príncipe y de su favorito, acaecida poco tiempo después, Focio perdió su vali- miento y fué encerrado en un monasterio, é Ignacio, vuelto de su destierro, entró triunfalmente en Cons- tantinopla. A la muerte de Ignacio el am' icioso Focio logró todavía sentarse en la silla patriarcal, y con perfidias y embustes consiguió esta vez la confirmación del apa. Mas cuando el Sumo Pontífice conoció la astu- cia y la mala fe de Focio, lanzóle de nuevo la exco- munión, y castigó con las penas canónicas á los lega- dos que se dejaron engañar de estos nuevos ardides del intruso. Focio renovó la excisión en la Iglesia, desatóse en invectivas contra los romanos pontífices y trabajó constantemente en apartar las diócesis de la comunión con el obispo de Roma. En esta perni- ciosa obra se ocupaba afanosamente, favorecido con la protección de Basilio, el macedonio, cuando León VI, hijo y sucesor de Basilio, desterró al revol- toso patriarca, eligiendo para sucederle á Esteban, hermano del mismo emperador. Con esto volvió la tranquilidad á las iglesias de Oriente.

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